Hablemos de silencio

Friday, December 29, 2006

5.DOS SON MULTITUD

El nerviosismo se fue convirtiendo en una telaraña etérea. Una hiedra que trepaba por su pecho hasta alcanzar su nuez. Desde ahí despegaba, perdiéndole el rastro hasta que alunizaba en sus sienes. Como si de dos imanes se tratasen, su cara ("polo positivo") continuaba adherida al cristal de la puerta ("polo negativo") marcando así con sus respiración un matrimonio efímero de huellas de vaho en la superficie bajo sus orificios nasales. La lluvia intentaba consolarlo, recordándole que, por muy diferente que fuera, seguía mojándose como los demás, pero ¡ay!, esa garganta, cada vez más parecida a un ascensor vacío, ya ocupaba una posición tan prioritaria...
La maldita había firmado un contrato de mutuo acuerdo con su cerebro e, inevitablemente, recibía recuerdos cada vez más inoportunos. Recuerdos en el momento equivocado, en el lugar inadecuado. Carusso. Sinatra. La voz del pueblo (vox populi). Réplicas teatrales. "Di papá, pa-pá". Grupos vocales de los años 40...
Por lo que me duele la frente calculo que llevo aquí demasiado tiempo. Lo siento amado portal pero lo nuestro no puede funcionar... Bien. Aún estoy con ánimos para hacer bromas, no está todo perdido.

"Solo tu voz, ¿no?"

¡Cállate maldito cerebro!. ¿Será así como se desdobla la personalidad? Bueno, mientras lo averiguo voy a dejarme de papiroflexia psicológica mientras me tomo una caña en el A2 que ya es buena hora.

Las gotas, fueron testigos de como una figura con la frente enrojecida, esquivaba charcos, haciendo una inintencionada y ridícula coreografía. La escena, les llego a resultar tan lastimera que, con toda su buena intención, volvieron a sus casas condensadas. Y ese extraño Gene Kelly con hidrofobia miró hacia la azulada espalda de dios y sintió una extraña sensación en la boca. Una extraña presión "sincera". Y sonriendo, mostró al cielo sus teclas de marfil.

Thursday, November 30, 2006

4.A PUERTA CERRADA

Diez minutos. Un palito y un círculo. Seiscientos segundos. No hay más. -¡Maldita sea!- ¿Cómo en tan poco tiempo le había parecido ver morir dos decenas de párpados que pasaban frente a él? Veinte personas que fruncían el ceño; cuarenta ojos de mirada vacía que se entrecerraban, a manera de reproche, al pasar frente a la triste primera escena de la película de cine mudo que acababa de interpretar. Incluso Charles Chaplin le habría dado la enhorabuena con un sentimiento de envidia sana, mientras que él solo podría haberle sonreído encogiendo los hombros con un gesto de incapacidad vocal, que sería confundido con idiocia. Había caído en una espiral de desesperación, llevándose las manos a la garganta como si reduciendo el espacio de ésta, obligase al susurro a salir con fuerza, imitando a la voz. Pero no. Parecía que se habían fugado juntos. - Me pregunto quien de los dos será Thelma...- pensaba mientras se dibujaba en su rostro una sonrisa irónica. Una sonrisa tan poco natural que habría conseguido distraer la atención de las marcas que sus dedos habían dejado a ambos lados de la nuez, convirtiéndole así en el poseedor de cinco peculiares antojos en el cuello. El transcurso tan súbito de las circunstancias le había tranquilizado. Sobretodo el acto de bondad de una mujer mayor cuya cara reflejaba casi un siglo de historia, con unas arrugas dignas de un mapa físico mudo de una cordillera cualquiera. Había decidido sentarse en el suelo tras decidir que las cosas no habían sufrido un cambio de la posición sino que se estaba mareando, cuando aquella anciana deslizó sobre sus palmas un par de monedas. En otra ocasión habría dicho que no hacía falta pero, cansado de esfuerzo realizado las aceptó sin más, cruzando sus ojos con los de ella, de un intenso blanco lechoso. Serían seguramente cataratas causadas, pensaba él, por la visión de más de una guerra u otro estado peor de decadencia del ser humano, si es que lo había. Durante esta meditación, su amigo había bajado al portal, harto de que llamasen al timbre como si se tratase de un servicio público, y, en el suelo, apoyado en la pared y con dos monedas en las manos lo encontró. - ¿Por qué no contestas? Tengo muchas cosas que hacer y..., ¿qué te pasa? Ah, ya recuerdo, se te escapó la voz ¿eh? Llevabas una buena. Pues que sepas que no. No sé dónde está. Y ahora si me disculpas...- y le cerró la puerta en las narices. - Mejor no preguntes. A lo mejor es por ti por quien está con un humor tan lugubre. - Pues sí. Podría ser. Pero ya no podía ser peor. Y sin haber sido ofendidas, sino más bien por aburrimiento y pesadez, las nubes se relajaron. Comenzó a llover.

Sunday, November 19, 2006

3.LAS IRONÍAS LAS CARGA EL DIABLO

El hedor acuciante de la multitud callejera comenzaba a acumularse en su pecho, como el poso de te en la taza de un viajero sin prisa. Detestaba los baños de multitudes. Odiaba las miradas fulgurantes de las que se servía la gente para juzgar su persona con un golpe de vista de no más de tres segundos. Su carencia de capacidad para emitir sonido alguno era tal, que incluso se henchía del valor suficiente como para haberse subido a una tarima abandonada a sus pies, estilo predicador neoyorkino, comenzando así, a los cuatro vientos, una disertación sobre las apariencias que, gradualmente se iría convirtiendo en una diatriba contra los que se guían por ellas, de la que no se salvaría ni el apuntador. Sin embargo, en el pecado se lleva la penitencia y, si bien le sobraba la valentía necesaria, era porque nunca podría darse esta situación pues, irónicamente, la falta de voz que le animaba a llevar a cabo tal empresa, a la vez se lo impedía. Y allí estaba, apoyado en la pared de chapa del mercado, a escasos metros de su casa. Abrumado. Esa era la palabra. Se sentía abrumado por todos los tonos y timbres de voz que le envolvían; por todos los que podían llevar a cabo esa actividad que, a sus ojos, había pasado de aspecto trivial a don imprescindible en pocas horas. Maldecía esa añoranza causada por la sensación de vacuidad en su cabeza; por la ausencia de notas musicales que sonasen en su caja de resonancia. Aunque se sentía sin fuerza alguna, un extraño espíritu de inquietud tomó su cuerpo, separándolo de la chapa.Sus sucias bambas antiguamente blancas le llevaban en una dirección clara como una ventana. Encontraría lo que le faltaba. No sabía dónde, ni cuándo, ni siquiera cómo. Pero sabía a quién preguntar. Llamó al portero automático. Pero, no tuvó en cuenta una cosa- ¿Quién es?- en aquel momento habría roto el cristal del portal en añicos, sirviéndose de tan dura ironía.

Thursday, October 26, 2006

2.SE ABRE EL TELÓN

- No tengo voz- pensó. No había desayunado. Tras esa primera impresión había retrocedido lo andado, arrugando la alfombra a su paso, de nuevo en dirección al baño. Ahora lloraba lágrimas que se confundían con el agua caliente sobre su cuerpo en un obligado silencio. El sonido de las cuerdas había cesado y el tiempo de descanso entre actuaciones era más que incierto. Los interrogantes intentaban salir de su boca de tal forma que se tornaban amargos. - ¿Qué hice ayer?¿Gritar quizás? No te engañes- añadía dándose la réplica a sí mismo- las veces que has gritado en tu vida se pueden contar con los dedos de una mano...- En ese momento despertó de sus ensoñaciones. Su madre, había aumentado la fuerza con que golpeaba la puerta a medida que aumentaba también su preocupación por él. Pero ahora eso no importaba. Se miró las manos. Las trincheras que tenía en las yemas de los dedos le decían que llevaba demasiado tiempo en la ducha. Pero ahora eso no importaba... se secó con la áspera toalla (quizás ya la había utilizado su padre). Se vistió y abrió la puerta, dirigiendo una fugaz mirada a su madre antes de dirigirse a su habitación, coger lo indispensable y salir.- ¿Dónde crees que vas?- le preguntó. Nada. Pareció ser respondida por la lenta hemorragia que sufría el grifo, incluso por el grito de auxilio de la cafetera por el café ya hecho. Pero no por su voz. El silencio se había presentado de visita, en la estancia, no tan indeseable como inesperado, como si de un intangible caballo de Troya se tratara. Al instante comenzó a pesar sobre sus hombros de una forma indescriptible, como solo pesan los bloques de plomo de los remordimientos y de los sueños inalcanzados. Abrió la puerta y salió. Le daba la impresión de que había sido introducido en un vodevil, y que solo habían entrado en escena los figurantes.

Saturday, October 21, 2006

1.EL CABALLERO DESARMADO

Desde que abrió los ojos supo que fallaba algo, pero su dolor de cabeza llevaba despierto más tiempo que él. Miró en rededor, no para asegurarse de que su cuarto seguía allí, sino más bien para que su sentido común le diese la razón en el debate que habían mantenido largo y tendido discutiendo sobre dónde se encontraban. Y sí. El ser humano volvía a imponerse a las cualidades abstractas. Pero, la satisfacción no iba a durarle mucho tiempo pues los pájaros de dentro de su cabeza de nuevo sacaron sus picos a relucir y le obligaron a levantarse. Comenzó a andar con parsimonia por el pasillo, deseando que esa larga alfombra no terminase nunca, pero todo lo bueno.... Frío. Sintió frío una vez llegado al baño, pero no era de ése que el otoño- el cual le observaba desde la ventana- introduce por las costuras de la ropa como polizontes que no tienen nada que perder, ni siquiera ése procedente del mármol que ansiaba dejar de pisar. No. Y las malditas migrañas no ayudaban a orientarse. Llegó a la cocina y el reloj le dijo la hora gustosamente.No hizo comentarios sobre su aspecto,ni reproches sobre las horas que había perdido en la cama (los relojes solo tienen un tema de conversación). Aún era pronto, su madre estaba envuelta en una bata calentando café. Le dió un beso en la mejilla- Buenos dias hijo- murmuró su madre bajo una máscara de insomnio, digna de un carnaval veneciano, fabricada por la preocupación. Y antes de responderle con la rutinaria consigna diaria, incluso antes de que el dolor de cabeza volviese a llamar a su puerta, supo con certeza la procedencia de ese frío. Era su garganta. Había quedado gélida y abandonada. Su mayor arma, su voz, se había ido y no había dejado ni una nota aclaratoria de despedida.