2.SE ABRE EL TELÓN
- No tengo voz- pensó. No había desayunado. Tras esa primera impresión había retrocedido lo andado, arrugando la alfombra a su paso, de nuevo en dirección al baño. Ahora lloraba lágrimas que se confundían con el agua caliente sobre su cuerpo en un obligado silencio. El sonido de las cuerdas había cesado y el tiempo de descanso entre actuaciones era más que incierto. Los interrogantes intentaban salir de su boca de tal forma que se tornaban amargos. - ¿Qué hice ayer?¿Gritar quizás? No te engañes- añadía dándose la réplica a sí mismo- las veces que has gritado en tu vida se pueden contar con los dedos de una mano...- En ese momento despertó de sus ensoñaciones. Su madre, había aumentado la fuerza con que golpeaba la puerta a medida que aumentaba también su preocupación por él. Pero ahora eso no importaba. Se miró las manos. Las trincheras que tenía en las yemas de los dedos le decían que llevaba demasiado tiempo en la ducha. Pero ahora eso no importaba... se secó con la áspera toalla (quizás ya la había utilizado su padre). Se vistió y abrió la puerta, dirigiendo una fugaz mirada a su madre antes de dirigirse a su habitación, coger lo indispensable y salir.- ¿Dónde crees que vas?- le preguntó. Nada. Pareció ser respondida por la lenta hemorragia que sufría el grifo, incluso por el grito de auxilio de la cafetera por el café ya hecho. Pero no por su voz. El silencio se había presentado de visita, en la estancia, no tan indeseable como inesperado, como si de un intangible caballo de Troya se tratara. Al instante comenzó a pesar sobre sus hombros de una forma indescriptible, como solo pesan los bloques de plomo de los remordimientos y de los sueños inalcanzados. Abrió la puerta y salió. Le daba la impresión de que había sido introducido en un vodevil, y que solo habían entrado en escena los figurantes.
- No tengo voz- pensó. No había desayunado. Tras esa primera impresión había retrocedido lo andado, arrugando la alfombra a su paso, de nuevo en dirección al baño. Ahora lloraba lágrimas que se confundían con el agua caliente sobre su cuerpo en un obligado silencio. El sonido de las cuerdas había cesado y el tiempo de descanso entre actuaciones era más que incierto. Los interrogantes intentaban salir de su boca de tal forma que se tornaban amargos. - ¿Qué hice ayer?¿Gritar quizás? No te engañes- añadía dándose la réplica a sí mismo- las veces que has gritado en tu vida se pueden contar con los dedos de una mano...- En ese momento despertó de sus ensoñaciones. Su madre, había aumentado la fuerza con que golpeaba la puerta a medida que aumentaba también su preocupación por él. Pero ahora eso no importaba. Se miró las manos. Las trincheras que tenía en las yemas de los dedos le decían que llevaba demasiado tiempo en la ducha. Pero ahora eso no importaba... se secó con la áspera toalla (quizás ya la había utilizado su padre). Se vistió y abrió la puerta, dirigiendo una fugaz mirada a su madre antes de dirigirse a su habitación, coger lo indispensable y salir.- ¿Dónde crees que vas?- le preguntó. Nada. Pareció ser respondida por la lenta hemorragia que sufría el grifo, incluso por el grito de auxilio de la cafetera por el café ya hecho. Pero no por su voz. El silencio se había presentado de visita, en la estancia, no tan indeseable como inesperado, como si de un intangible caballo de Troya se tratara. Al instante comenzó a pesar sobre sus hombros de una forma indescriptible, como solo pesan los bloques de plomo de los remordimientos y de los sueños inalcanzados. Abrió la puerta y salió. Le daba la impresión de que había sido introducido en un vodevil, y que solo habían entrado en escena los figurantes.